COMPARATIVA:
JABONES PARA LA DUCHA.
Lush,
Nesti Dante, Apivita y Sabta.
Esta foto no es mía; la he tomado prestada de internet, así que no corresponde a los
jabones de los que voy a hablaros. Las fotos de cada uno por separado que veréis según vayáis leyendo esta entrada,
sí son las de verdad. No podía hacer una foto de grupo de los jabones que he gastado (con otros productos es fácil:
haces una fotografía de los envases vacíos y listo).
Hace
tiempo empecé a tener algunos problemas de piel, tanto en el cuerpo
como en la cara: en algunas zonas se me irritaba, me picaba y
finalmente tuve un brote de dermatitis que me duró varios meses y
que todavía vuelve a aparecer de vez en cuando (aunque ya nunca con
tanta virulencia). Dicen que los episodios de dermatitis tienen mucho
que ver con periodos de estrés, y no lo dudo; pero, aparte de
intentar controlar el estrés, un buen día decidí ayudar a mi piel de alguna
forma, utilizando en mi aseo personal productos que la resecasen lo
menos posible.
Leyendo
mucho en la red, finalmente me incliné por la opción de desterrar
los sulfatos de mi gel de baño. Los sulfatos son un grupo de
detergentes (o sufractantes) responsables de que los geles, champús
y pasta de dientes que utilizamos produzcan mucha espuma. Los más
comunes son el Sodium Lauryl Sulfate (SLS) y el Sodium
Laureth Sulfate (SLES). Tienen un gran poder de limpieza, siendo
capaces de penetrar en superficies muy sucias, pero también algunos
de ellos son altamente irritantes y pueden terminar dañando barreras
naturales de la piel que cumplen una función protectora. De hecho, estos sulfatos aparecen no sólo en los productos para la higiene diaria, sino en casi todos los detergentes industriales. Es cierto
que, dentro de las formulaciones de los productos de aseo para uso
humano, se incluyen otros componentes que rebajan la acción
corrosiva de los sulfatos, y supongo que en algunos casos llegan a
neutralizarla. Digo que lo supongo porque quiero creer que los
fabricantes y los responsables de los controles de calidad piensan un
poquito en la salud dérmica de la población. Pero, además de
investigar y leer estudios al respecto, creo que una misma debe
observar en su propia piel (y nunca mejor dicho) los resultados de
los productos que utiliza. Es de sentido común pensar que, si los
sulfatos fuesen realmente dañinos, los retirarían. No obstante, lo
único que yo puedo afirmar categóricamente (basándome sólo en mi
experiencia personal) es que, desde que evito los sulfatos, los
episodios de dermatitis y de irritación cutánea han remitido hasta
convertirse en algo anecdótico, después de haber estado
sufriéndolos constantemente durante casi un año. ¿Casualidad?
Pues a lo mejor. Pero, yéndome tan bien sin sulfatos en mi vida, y
existiendo como existen otras opciones más sencillas y naturales,
prefiero decantarme por estas últimas. Como siempre digo, es una
elección personal sin ánimo de convencer a nadie de que esto, y
sólo esto es lo mejor.
La
cuestión es que empecé a buscar en el mercado geles de baño que
estuviesen libres de estos componentes... y la búsqueda se convirtió
en una auténtica pesadilla. ¡¡Hay sulfatos en todo!! Haced la
prueba. Coged cualquier gel de baño, champú o pasta dentífrica,
dadle la vuelta y mirad la lista de ingredientes. En el 99,9% de los
productos que están a nuestro alcance en cualquier supermercado o
perfumería encontraréis sulfatos. Comenté esto con una amiga, ya
estando un poco desesperada (porque cuando algo se me
mete en la mollera, ahí se queda y no sale), y ella me dio la
solución: sustituir el gel de ducha por pastillas de jabón natural,
como han hecho nuestros antepasados toda la vida. Así que empecé a
hacerlo, y tras muchos meses usando jabón, puedo decir que mi piel
ha experimentado un cambio a mejor muy, pero que muy notable. Está
más flexible, más jugosa e hidratada, mejor preparada para recibir
la leche corporal que aplico después de ducharme y, sobre todo, más
fuerte. ¿En qué detecto que la piel está "más fuerte"?
En que parece mucho menos propensa a verse afectada por las
agresiones externas; de hecho, ya no se me irrita ni se me reseca
como antes. Utilizo jabón para el cuerpo y para la cara; como
puntualización importante, me parece bueno aclarar que, para la
higiene íntima, uso otro jabón distinto, específico para
cuidar esta zona.
Bien.
Dicho todo esto, enhorabuena y gracias a la que haya sido capaz de
leer hasta aquí. Mi intención era hacer una introducción corta,
pero a la vista está que no lo he conseguido. En fin, vamos sin más
dilación con el tema central de esta entrada: la comparativa entre
varios jabones para la ducha que he ido probando.
Turkish
Delight, de LUSH.
A
pesar de lo carísimo que es (o a mí al menos me lo parece) decidí
comprar este jabón en crema animada por algunas opiniones muy
positivas que había leído. Viene en el clásico envase de Lush, un
bote negro de plástico con tapa de rosca. Esta empresa tiene una
buena política de reciclaje: si juntas un número determinado de
envases (creo que son cinco) y los vuelves a llevar a la tienda
cuando ya están vacíos, te regalan un producto de ese tamaño que
tú elijas.
Este
jabón tiene una capacidad de 200 gramos, un color rosado pálido y
un precio de 21,95 euros. En efecto, es muy cremoso, y tras usarlo
la piel se queda perfectamente hidratada. ¿Como para no aplicarse
body milk después? Mmm... yo no diría tanto. Al menos en mi
caso. Otra persona con la piel menos seca, es posible que tenga
suficiente con este jabón. Deja la piel muy suave; este es un gran
punto a su favor. Desgraciadamente y en mi opinión, el único.
¿Qué
es lo que a mí no me convence de este jabón en crema? Varias cosas.
En primer lugar, al ser tan sumamente cremoso, no hace nada de
espuma. Pero nada, nada. Es como estar usando una leche corporal para
ducharse. Al tener esta textura, se necesita bastante cantidad para
enjabonarse el cuerpo entero. Y esto da un poco de dolor, porque con
la pasta que cuesta, lo ves bajar a toda velocidad.
Al
estar duchándome con una crema, particularmente no tengo esa
sensación de limpieza completa que todos buscamos en una buena
ducha. Ojo, no digo que este jabón no limpie bien; si hubiese
detectado tal cosa, no habría terminado el bote. Lo que digo es que
la sensación de limpieza no es total. En mi caso, echo mucho
en falta la espuma. He estado utilizando el Turkish Delight en días
"normales"; pero cuando venía de hacer deporte, toda
sudorosa, no me apetecía ducharme con él. Repito: esto es una
sensación personal, no digo que el jabón no limpie como es debido.
Por
último, el olor que tiene no me gusta en absoluto. En el envase te
cuentan que el jabón huele a rosas y... sí. A rosas huele, pero...
no sé. No es un olor a rosas frescas, es el olor a rosas que te
encuentras en un ambientador. Bastante artificial y bastante
cargante. Afortunadamente, no perdura en la piel.
¿Volveré
a compar este jabón en crema? No. La sensación de hidratación que
te deja tras usarlo (que tampoco es que sea una cosa fuera de serie)
no compensa, desde mi punto de vista, sus inconventientes.
Consideraría utilizarlo de nuevo si el precio fuese más razonable.
Pero, como enseguida veremos, existen otras opciones mucho más
baratas y que cumplen su cometido a la perfección. Ha estado bien
probar el Turkish Delight de Lush; pero no repetiré con él.
Sultana,
de LUSH.
El
mismo día que compré el jabón en crema me llevé también una
pastilla de unos 150 gramos de esta otra edición. El olor ya me
enamoró en la tienda, así que no dudé en adquirirlo. Contiene albaricoques secos, pasas y está perfumado con moras, pero el resultado no es un batiburrillo aromático (como quizá cabría esperar). Huele "a limpio". Es un olor muy suave, muy relajante y muy, pero que muy agradable.
Es muy cremoso, da gusto utilizarlo porque hace mucha espuma. Eso sí, se gasta rápido; es lo malo que tiene.
Deja la piel muy limpia y muy suave. No reseca en absoluto, aunque tampoco soy la más indicada para decir esto, ya que uso siempre, siempre, leche corporal después de la ducha. Mi hermana, que no se aplica body milk, dice que siente la piel un poco tirante después de utilizar este jabón. En cualquier caso, la sensación es de un poco de "tirantez"; en ningún caso de sequedad.
No es barato, este es otro inconveniente: cuesta unos 4,95 euros la pastilla de 100 gramos. Pero es un jabón con el que repetiré en algún momento, seguro.
Es muy cremoso, da gusto utilizarlo porque hace mucha espuma. Eso sí, se gasta rápido; es lo malo que tiene.
Deja la piel muy limpia y muy suave. No reseca en absoluto, aunque tampoco soy la más indicada para decir esto, ya que uso siempre, siempre, leche corporal después de la ducha. Mi hermana, que no se aplica body milk, dice que siente la piel un poco tirante después de utilizar este jabón. En cualquier caso, la sensación es de un poco de "tirantez"; en ningún caso de sequedad.
No es barato, este es otro inconveniente: cuesta unos 4,95 euros la pastilla de 100 gramos. Pero es un jabón con el que repetiré en algún momento, seguro.
Jabón de lavanda, de NESTI DANTE.
El mejor en cuanto a calidad-precio, sin duda. Trae 250 gramos y cuesta alrededor de 4 euros y medio.
Hace mucha espuma y cunde bastante. Es muy agradable, deja la piel limpia y suave, aunque recuerdo haber probado hace tiempo el de Ginestra de esta misma marca, y me gustó bastante más. Me dio la sensación de que era más hidratante; este de lavanda deja la piel un poquitín tirante (nada que la leche corporal no pueda arreglar después).
Además, personalmente, no me vuelve loca el olor a lavanda. Nunca me ha gustado demasiado. Pero el aroma no es muy fuerte, y no perdura al acabar la ducha.
Podríamos pasarnos la vida entera probando jabones de Nesti Dante, porque tienen una variedad infinita, o casi. Por lo que a mí respecta, desde luego que continuaré utilizándolos, intercalando una pastilla de esta marca de vez en cuando en mi rutina de aseo. Como he dicho, la relación calidad-precio es inmejorable, y el jabón en sí es muy buen producto. Repetiré, sin duda. Aunque no creo que con éste de lavanda precisamente.
Hace mucha espuma y cunde bastante. Es muy agradable, deja la piel limpia y suave, aunque recuerdo haber probado hace tiempo el de Ginestra de esta misma marca, y me gustó bastante más. Me dio la sensación de que era más hidratante; este de lavanda deja la piel un poquitín tirante (nada que la leche corporal no pueda arreglar después).
Además, personalmente, no me vuelve loca el olor a lavanda. Nunca me ha gustado demasiado. Pero el aroma no es muy fuerte, y no perdura al acabar la ducha.
Podríamos pasarnos la vida entera probando jabones de Nesti Dante, porque tienen una variedad infinita, o casi. Por lo que a mí respecta, desde luego que continuaré utilizándolos, intercalando una pastilla de esta marca de vez en cuando en mi rutina de aseo. Como he dicho, la relación calidad-precio es inmejorable, y el jabón en sí es muy buen producto. Repetiré, sin duda. Aunque no creo que con éste de lavanda precisamente.
De jazmín, de APIVITA.
Ma-ra-vi-llo-so. Me encanta. Esta pastilla con jazmín tiene un color blanco nacarado que no es del todo opaco. Es cremosísimo, muy fácil y agradable de extender, y le aporta a la piel limpieza, hidratación y suavidad. El aroma es muy discreto, lo justo para relajarte en la ducha y disfrutar sin que resulte empalagoso.
Apivita es una marca que me gusta bastante. No me tiene completamente enamorada pero, en general, me parece una casa de referencia en la que se puede confiar.
Este jabón lo compré durante mis vacaciones en Grecia, y me salió un poquito más barato de lo que está por aquí (en España).
Podemos encontrar productos de esta marca, incluido este jabón, en muchas farmacias y parafarmacias, en la zona de parafarmacia del El Corte Inglés y, por lo que he visto en la red, parece que tienen una tienda física en Madrid, en la calle Conde de Xiquena, 6. Yo no he ido, no la conozco. En cualquier caso, podéis localizar Apivita fácilmente en cualquiera de los otros puntos de venta.
La pastilla de 125 gramos ronda los 5,50 euros. Aquí podéis ver más variedades de jabones de Apivita.
¿Repetiré? Hombre, pues sí, porque ya os digo que me ha encantado este jabón. La pega es que, para la cantidad que trae... pues eso. Que se me hace un poquito caro. Y hay tantos otros jabones que probar por el mundo... Pero ahora hablando en serio, cuando quiera darme un pequeño capricho, volveré a utilizarlo. Este, o quizá pruebe otro de los que tienen.
Bouquet, de SABTA.

Esta foto es de la web de Sabta.
No le hice foto al jabón cuando lo compré :(
Y aquí llega mi FAVORITO. Con mayúsculas. ¿Puede un jabón revolucionar tu momento ducha diario? Oh, yeah.
A las que no conozcáis El rincón de Sabta os recomiendo encarecidamente que le echéis un vistazo desde ya. Es una marca muy interesante, muy pura, con unos precios más que razonables y con una amplia gama de productos corporales y faciales. Yo he probado varias cosas suyas (y continuaré haciéndolo), y aunque no todo me ha encantado, en general le pongo una nota muy alta a esta casa de cosmética natural. Casi ninguno de los productos que he gastado me ha decepcionado, sino todo lo contrario: ha rebasado con creces mis expectativas.
Bueno, a lo que vamos. Sabta tiene un abanico bastante rico de jabones: artesanos y de glicerina. Éste pertenece a la última categoría. Nada más desenvolverlo te llega ese suavísimo aroma a flores blancas que es como una caricia; es cremoso a más no poder, y no sólo limpia la piel, además la mima intensamente, la deja completamente hidratada. Es el único jabón que me aventuraría a usar sólo, sin leche corporal después. A medida que vas duchándote con él, sientes cómo la piel está más y más enriquecida y flexible. En serio. Es una pasada.
Tiene un precio de 3 euros por 100 gramos aproximadamente. No es barato pero tampoco es un gasto excesivo, la verdad. Merece la pena. Repetiré seguro, junto con el resto de los jabones de Sabta, los cuales iré probando poco a poco. No pienso dejar ni uno sin usar.
Desde que empecé a utilizar pastillas de jabón natural no he vuelto a echar de menos el gel de baño. El jabón natural le ha ido a mi piel mucho mejor de largo. Así que seguramente habrá más entregas como ésta, de comparativa de jabones. ¡¡Me chiflan!! Os animo a probarlos, aunque sea sólo por experimentar las diferencias; siempre se puede volver al gel de ducha.
Muy importante: para conservarlos mejor, hay que dejar las pastillas de jabón natural en jaboneras con rejilla, para que pueda drenar el agua. De lo contrario, se nos quedarán babosos y medio deshechos, y se acabarán mucho antes.
Espero haber despertado un poco vuestra curiosidad para que os lancéis a probar estas pequeñas joyas en la ducha diaria.
¡¡Hasta la siguiente entrada!!
A las que no conozcáis El rincón de Sabta os recomiendo encarecidamente que le echéis un vistazo desde ya. Es una marca muy interesante, muy pura, con unos precios más que razonables y con una amplia gama de productos corporales y faciales. Yo he probado varias cosas suyas (y continuaré haciéndolo), y aunque no todo me ha encantado, en general le pongo una nota muy alta a esta casa de cosmética natural. Casi ninguno de los productos que he gastado me ha decepcionado, sino todo lo contrario: ha rebasado con creces mis expectativas.
Bueno, a lo que vamos. Sabta tiene un abanico bastante rico de jabones: artesanos y de glicerina. Éste pertenece a la última categoría. Nada más desenvolverlo te llega ese suavísimo aroma a flores blancas que es como una caricia; es cremoso a más no poder, y no sólo limpia la piel, además la mima intensamente, la deja completamente hidratada. Es el único jabón que me aventuraría a usar sólo, sin leche corporal después. A medida que vas duchándote con él, sientes cómo la piel está más y más enriquecida y flexible. En serio. Es una pasada.
Tiene un precio de 3 euros por 100 gramos aproximadamente. No es barato pero tampoco es un gasto excesivo, la verdad. Merece la pena. Repetiré seguro, junto con el resto de los jabones de Sabta, los cuales iré probando poco a poco. No pienso dejar ni uno sin usar.
Desde que empecé a utilizar pastillas de jabón natural no he vuelto a echar de menos el gel de baño. El jabón natural le ha ido a mi piel mucho mejor de largo. Así que seguramente habrá más entregas como ésta, de comparativa de jabones. ¡¡Me chiflan!! Os animo a probarlos, aunque sea sólo por experimentar las diferencias; siempre se puede volver al gel de ducha.
Muy importante: para conservarlos mejor, hay que dejar las pastillas de jabón natural en jaboneras con rejilla, para que pueda drenar el agua. De lo contrario, se nos quedarán babosos y medio deshechos, y se acabarán mucho antes.
Espero haber despertado un poco vuestra curiosidad para que os lancéis a probar estas pequeñas joyas en la ducha diaria.
¡¡Hasta la siguiente entrada!!